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Dicen por Ana María Rivas-Ruiz

 


Dicen, los que saben de esto, que el caminar cura un corazón confuso. Andar y andar sin más propósito que respirar.

Dicen que la mente en blanco aleja la tristeza oscura y aseguran que el tiempo lo cura todo, más tarde o más temprano.

Tal vez por eso, hoy los pasos solo me llevan de aquí para allá por el placer de sentir mis pisadas.

Dicen que no cuentes los kilómetros o las horas que te cueste aguantar el ritmo. No importan las direcciones ni los objetivos, sólo conseguir que tus músculos se tensen para sostenerte en pie y seguir. Seguir en días de sol y de lluvia, en atardeceres de hojas muertas o en anocheceres donde el frío corte tu cara. Que siempre tras el eclipse vuelve la luz.

Dicen, los que saben de esto, que sepultar bajo el cansancio, cualquier dolor, es efectivo y saludable. Que pronto olvidarás ese peso y ganarás la ligereza suficiente para seguir avanzando. Es la edad del hombre, donde detenerse está prohibido y donde el impulso va siempre hacia adelante a cualquier coste.

Tal vez por eso, me sienta extraña al detenerme en el camino y mi mente se asombre en cualquier recodo que antes no descubrí. Todos partimos desde una línea de salida en esta carrera de la vida, donde las caídas y los despistes se pagan. Pero, nunca aprendí a dibujar líneas rectas y, algunas veces, he encontrado la felicidad perdiéndome en las líneas curvas.

Dicen que la disciplina marcará el resultado de tu temple. No temen empujarte y cronometrarte mientras tropiezas, un pie con otro, buscando conocerte, tratando de ser quien no eres, sin saber quién ocupa, ahora, tus zapatos. Porque aseguran que pronto aprenderás a volar lejos de cualquier nido seguro y, si resistes, el éxito está asegurado.

Dicen que cuando algo estruja tu corazón hay que apretar los dientes para escupirlo luego lejos, como si no fuera contigo. Con el desprecio de no hacer aprecio porque el devenir te atropellará si te paras, el que se queda atrás ya no existirá más.






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