El mar y otros inconvenientes Entrevista a Fidel Tomás

Esta semana, con el Día Internacional del Libro de por medio, no me he podido resistir a traer al blog de La ardilla literaria una entrevista muy especial. Me la concedió Fidel Tomás, que acaba de sacar a la luz su primera obra narrativa. El mar y otros inconvenientes (Arena) es un libro de relatos para grumetes, marineros, capitanes y gentes de tierra, muy en su estilo. Porque conocí a Tomás y puedo asegurar que la lectura de estas piezas harán disfrutar a propios y a extraños a un lado y a otro de las playas literarias. 

Además, quienes estéis en Valencia a principios de mayo, podréis acercaros al acto organizado en el local de La ardilla literaria para asistir a la firma de ejemplares que tendrá lugar el viernes de 10 mayo. Os dejo ya con esta entrevista aguardando, como siempre, vuestras sugerencias y comentarios.


P.: Con El mar y otros inconvenientes haces tu incursión en el mundo editorial. Has elegido el género del relato breve, aunque veo que estas historias tienen algo de poético, de fronterizo entre lo narrativo y lo lírico. Coméntanos acerca de este paso al frente, de esta botadura y soltar amarras.

R.: La verdad es que ya había publicado varios relatos en antologías, pero sí que es cierto que esta es mi primera publicación en solitario. Este conjunto de textos han sido el resultado de una escritura pausada, se trata, gastronómicamente hablando, de un producto slow food. Los he estado reescribiendo durante más de diez años, de una manera ya casi obsesiva y, te confieso, que una de las cosas que más me reconfortan respecto a este soltar amarras, que comentas, es que ya no los voy a seguir corrigiendo, por fin se quedan como están. Han alcanzado, para bien o para mal, su forma definitiva, que efectivamente orbita, según los casos y los temas, entre lo poético íntimo y lo irónico social…

P.: Llama la atención, al menos a mí, el título. Ese mascarón de proa. No tanto por el mar, sino por esos inconvenientes. Quizá ese yin, desde una perspectiva taoista, queda reflejado en la propia portada, en ese lado nocturno, reservado. ¿Es así?

R.: Sí, la metáfora del mar no es precisamente muy original, representa como de costumbre el fin, el viejo thánatos de siempre. Láquesis, La Parca de Goya en la portada, dispuesta a cortar, si le place, el hilo de cada uno de nosotros. Nuestras vidas son los ríos y todo lo que sigue…, no creo descubrir gran cosa con ello; de hecho, pienso que en el ámbito literario quien cree que es muy original es porque ha leído muy poco, ya está todo más que contado. Ahora bien, tal vez lo que nos quede sea buscar alguna perspectiva nueva respecto a las viejas y eternas preocupaciones. Me gusta la idea de plantear puntos de vista que se separen de lo habitual o complaciente. Que generen algún tipo de inquietud en el lector, que le supongan algún ligero inconveniente como motor de búsqueda, de duda o de al menos una sospecha. 

P.: Entre los veintidós textos que conforman El mar y otros inconvenientes, leemos algunos a los que les has dado un título en latín, como Splendet Dum Frangitur o Principium Individuationis. También a otro lo titulas El sofista. Lo hilo aquí para preguntarte por la filosofía, dado que ejerces como docente de esa asignatura y, quizá, si hay una parte tuya que ha quedado en estos relatos.

R.: Los dos relatos a los que aludes tenían otros títulos en castellano, pero se los acabé cambiando hace no mucho tiempo. La verdad es que me gusta mucho cómo suenan. Ya sabes aquello de que el latín es la aritmética de la lengua…, pero es que si se pronuncian en voz alta suenan de maravilla…, creo. Hay otro relato, el que cierra el libro, que lleva también otro título en latín, es Tacet, la notación musical en la cual un instrumento debe permanecer en silencio, y de eso va el relato, del silencio. Desde el principio, tuve claro que ese relato debía cerrar el libro. Respecto a lo de la filosofía, pues ya sabes lo que se dice: lo que no es plagio es autobiografía. Solo te diré que muchos de los relatos de este libro (y El sofista no es una excepción) están basados en hechos absolutamente ficticios.  

Fidel Tomás (izda.) y Ricardo Guadalupe (dcha.)

P.: Antes, he comentado que son veintidós las historias que has reunido en esta antología. Las has dividido en cuatro secciones. Más que preguntarte por esa compartimentación, me gustaría ahondar en el proceso de gestación de este libro. ¿Qué hilo argumental o concepto escogiste para seleccionar a estas frente a las que quizás se quedaron en tierra y no cruzaron el mar de su publicación?

R.: Con esto sí que has abierto un buen debate; a ver, muchas editoriales consideran (léase: exigen) que un libro de relatos ha de mantener un hilo argumental, o, cuanto menos, un tema o motivo que aglutine o articule el armazón del libro. Yo tengo mis reservas en cuanto a esto. Obviamente, si hablamos de gustos…, pues para eso están los lectores… Pero a mí me parece que entonces, si en vez del título de cada relato pones: Capítulo I, Capítulo II, etc., pues tienes una novela claro. 

»Quiero decir que para mí un libro de relatos puede tener otra variedad temática y creativa. De hecho, cuando leemos los libros de Julio Cortázar o de Sergi Pàmies o de Alice Munro o de tantos otros, la unidad temática brilla por su ausencia. Eso no quiere decir, claro, que el libro no pueda tener, y de hecho el mío creo que lo tiene, cierto aire de familia (no siempre bien avenida) y ciertos motivos e incluso personajes que aparecen, desaparecen y reaparecen en diversos momentos. Me gusta que los relatos se hagan guiños entre sí, no me importa que haya vasos comunicantes, pero hasta ahí llego en la exigencia de una unidad orgánica. Más bien pienso que un libro de relatos es como aquellas cajas que nos traían los Reyes Magos, las de los Juegos Reunidos Geyper, en las que cada juego va por libre y marca sus propias reglas, me gusta esta irreverente incongruencia.

P.: Curiosamente, casi al final de esta travesía en forma de entrevista, sujeto la amarra del prólogo, a cargo del también escritor Ricardo Guadalupe. Y lo hago porque afirma en él que siempre te “han parecido más estimulantes las preguntas que las respuestas.” Siendo así, te lanzaría el cabo: ahondando sobre esas preguntas que “dejamos” los escritores en los libros, y que al leerse cada vez menos, dicen, ya no nos hacemos; quedarán en un lejano mar, tal vez.

R.: Pues no sé si se lee menos, desde luego se escribe y publica mucho, según los datos del registro de ISBN en España, se vienen a publicar una media de 80.000 títulos cada año. El año pasado batimos nuestro récord y llegamos a los 100.000. Incluso reconociendo que algunos o muchos de ellos queden intactos en las estanterías, un mercado con este volumen no se sustentaría sin el consumo lector. Un español de cultura media ha leído, aunque no lo sepa, más libros que los que leyó Platón en toda su vida. Desde hace 30.000 años (semana arriba, semana abajo) los homo sapiens parece que tenemos la necesidad de contarnos historias los unos a los otros, de hacernos preguntas y, a veces, las menos, incluso hallar respuestas que nos acabamos creyendo o que nos sirven de alguna manera. No parece que esa necesidad vaya a acabar… de momento. Y sí, publicar un libro es semejante a lanzar un mensaje en una botella, pero a todos nos ha pasado algunas veces eso de que cae en tus manos el libro adecuado en el momento preciso, y eso es fantástico.  

P.: Una de las presentaciones de El mar y otros inconvenientes la harás cerca del mar. Me refiero a que vendrás a Valencia, a compartir con tus lectores este retoño literario. No es casual, quizás el Mediterráneo, de alguna forma, inspiró alguno de estos relatos.

R.: Sí, el viernes 10 de mayo lo presentaremos en La Ardilla Literaria; de hecho, va a ser la primera presentación del libro, que está humeante del horno todavía, acaba de salir este mismo mes. Para mí, volver a Valencia es siempre volver a casa. Y, desde luego que sí, no solo es que Valencia y el Mediterráneo hayan inspirado estos relatos, es que casi todos ellos los escribí allí, y nacieron cargaditos de salitre y espuma y arena de mar, ese que siempre devuelve lo que cae en él. Es justo que allí vuelvan, ahora que se han independizado de mí y comienzan a navegar por su cuenta. 


Fidel Tomás es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Su trayectoria docente se distribuye desde la educación secundaria hasta la universitaria, aunque dice que todavía no ha aprendido lo suficiente y amenaza con perseverar. Sus intereses se han centrado en el estudio de los vasos comunicantes que permean Filosofía y Literatura. Ha publicado diversos relatos en antologías y artículos en revistas especializadas, y ahora no ha tenido inconveniente en lanzarse sin salvavidas al turbulento mar de la creación literaria con El mar y otros inconvenientes.


El mar y otros inconvenientes. Fidel Tomás. Arena Libros. 

Sala de Espera por Ana María Rivas-Ruiz

 


Afuera queda marzo, con sus húmedos bancos de niebla al amanecer, deshilachándose hasta la orilla del mar y los naranjos urbanos exultantes del sensual azahar. Las copas colmas de tersas flores albas exhalando su fragancia, dulce y cítrica, embriagaron mi recorrido por las calles próximas. Son las mismas flores que, un día, salpicaron mi ramo de novia, con su aroma de pureza y me acompañaron, cuando te prometí amor eterno con un corazón rebosante de inocencia e ilusión.

Una ligera brisa en la mañana hizo danzar las ramas salpicando las aceras, bordándolas de pétalos blancos y, como una caricia, apaciguó los días grises anunciando la primavera.

Sin embargo, adentro, contemplamos desde la cristalera cómo acontece este jueves perdido entre el arroyo de incertidumbres que arrastra nuestros días. Sentados frente a una anodina pared, donde cuelga el cartel de Sala de Espera, aguardamos tediosas horas en las dependencias de este edificio, en la planta donde rezuman el dolor y la tristeza. Prisioneros fuera del tiempo, ahítos de una descarnada lucidez que nos encadena a un veredicto y a una lucha descarnada contra la cruenta enfermedad.

Sala de Espera, artificial remanso que va minando la frágil paciencia, que abona el miedo sembrándolo en nuestro corazón, acorralándolo de inciertas previsiones que se escapan como humo consumido. Donde el futuro no se distingue ni imagina en la sombra esquiva.

Sala de Espera. El mundo está allá afuera floreciendo, insensible e ignorante; prolongándose el invierno estanco, en nuestras almas, conteniendo nuestra esperanza entre una y otra sala de espera. Somos dos en el proceloso mar de una multitud de sombras que esperan su turno frente a una gélida pantalla, que nos ha transformado en siglas y números; cada vez que emite su timbre, levantamos la mirada en esta macabra danza de resignación. 

A veces, creo que despertaremos de este aciago sueño y volverán las jubilosas golondrinas, en sus vuelos, a librarnos de estos cuerpos de piedra donde estamos enclaustrados contra nuestra voluntad.

Afuera, despiertan del invernal letargo todas las criaturas, mientras lo impregna todo el perfume del azahar.

   



Poema Puerta abierta por InVERSO

 


Dejaré la puerta abierta

Para que entres sin llamar

 

Dejaré la puerta abierta

Por si se te ocurre regresar

 

Dejaré la puerta abierta

Por si me tengo que marchar

 

Dejaré la puerta abierta

Para que podamos respirar

 

Dejaré la puerta abierta

Y que pase lo que tenga que pasar…



Ese mar por Ana María Rivas-Ruiz

 


Veteaban el cielo bandadas de inmensas nubes perladas y otras oblongas y violáceas, como cardenales, que apenas lograban cruzar algunos rayos de sol y que parecían haber sido creadas por la mano de un extasiado artista.

Un mar bronco y encrespado se arrojaba contra la escollera natural que formaban los acantilados, impulsando su blanca espuma hasta el paseo marítimo. El bramido del oleaje contra las rocas se asemejaba a un trueno profundo y una temeraria gaviota planeaba sobre el soplido del viento, mientras mi mirada hipnotizada recordaba los días ya lejanos, donde ese mismo salitre había acariciado mi rostro. Ascendía, recorriendo la costa cuyas pendientes me conducían hasta al faro y más allá, hasta la curvada playa.

Recordaba el mismo nocturno camino, en cuyas alturas habíamos contemplado emerger de las aguas la naranja esfera de la luna y podía volver a sentir como nos detuvimos ensimismados, cautivados por su embrujado influjo. Hoy, sabía que, aunque todo esto estaba para siempre en mi corazón, también era preso del ayer.  Cada recodo traía a mi memoria nuestros románticos paseos y a nuestros niños saltando en su agreste trazado, jugando como aventureros, con la mágica alma de nuestro perro Sihr. Evocaba los baños en ese mar y cómo llenábamos nuestras manos de conchas y caracolas para poder escucharlo cuando estuviéramos lejos. Cuántas veces soñábamos con soltar el lastre de nuestras dificultades y transformarnos en la familia que habitaba ese idílico faro.

Igual que el haz de luz del faro gira ahora mostrándome su claridad y luego su sombra, las estaciones y los años se han sucedido y, aunque los años hayan modificado algunos puntos de su recorrido, sigue en él la esencia que dejamos.

Mientras este cambiante día de marzo arrasa el cielo con su vendaval, me refugio en una terraza donde caliento mis manos con una taza de té y sigo los saltitos de los gorriones pardos que se aventuran, entre las mesas, a sabiendas de que los comensales –que ya no están– han podido dejar algunas migajas que picotear. Con sus cuerpecillos rechonchos y temerarios brincan en busca de alimento, en la desapacible existencia, y no quiero moverme y espantarlos, pues consuelan mi nostalgia con su inocente presencia.

Una débil lluvia repica sobre el camino con la impronta de sus gruesas gotas, tal como ellos sacuden sus plumas, para evitar el frío de la humedad, yo me embozo en el abrigo de la añoranza y emprendo el retorno cuando atardece en mi corazón.



 




Los hijos. Franz Kafka

Tres son las narraciones que encontrarán los lectores en Los hijos (Nocturna), de Franz Kafka. La obra ve la luz esta primavera, con traducción de Juan José del Solar, en el centenario de la muerte del autor. 

La condena, El fogoneroLa transformación se gestaron a finales de 1912, uno de los períodos más productivos de la vida de Kafka. Se da la circunstancia de que el autor quiso que las tres se publicasen en un solo volumen, el invierno de 1912 a 1913. Pero a pesar de la cohesión temática, alrededor de las relaciones paternofiliales, la culpa y el papel sufriente del hijo, de los que el propio Kafka era conocedor por su relación con su padre, no se publicó.

En La condena,  el protagonista es Georg Bendemann, un joven comerciante, cuyo encuentro con su anciano padre, para comunicarle que acaba de comprometerse se transforma en una pesadilla repleta de reproches. En El fogonero hallamos al joven Karl Roßmann, a quien sus padres lo envían a New York  tras un escándalo, en busca de fortuna.  Esta narración se publicó como primer capítulo de la novela El desaparecido, publicada póstumamente. 

Por último, La transformación o La metamorfosis como también se ha venido traduciendo, es quizás la obra breve más famosa de Kafka. El protagonista es Gregor Samsa, cuyas peripecias comienzan el día que se descubre convertido en un “monstruoso insecto” en la casa de su familia. Tras enfermar de tuberculosis, Kafka falleció en un sanatorio de Kierling (Austria), en junio de 1924. Según sabemos, poco antes  pidió a su amigo y editor Max Brod que destruyera toda su obra inédita. Pero este contravino ese deseo y se encargó de publicar póstumamente algunos de los manuscritos, como los de las novelas El proceso y El castillo. Como decía, cien años después del fallecimiento de este gran autor, ve la luz en un solo volumen estas tres obras tal y como él deseó, bajo el título Los hijos.

Franz Kafka nació en Praga en 1883 y estudió Derecho. Su obra, de las más influyentes de la literatura universal y escrita íntegramente en alemán, trata cuestiones como los conflictos paternofiliales, la burocracia, la violencia y la culpa. Autor de las novelas El proceso, El castillo y América (El desaparecido), escribió también una gran cantidad de cuentos. Dejó una abundante correspondencia y escritos personales, como la Carta al padre y las Cartas a Milena. Murió en Kierling (Austria), en 1924 y se lo enterró en el Nuevo Cementerio Judío de Praga. 

Los hijos. Franz Kafka. Nocturna ediciones. Trad.:  Juan José del Solar

El jardín secreto por Ana María Rivas-Ruiz

 


Al volver la vista atrás, descubro tus pasos y los míos traspasando los renglones que la vida ha escrito.

Puede que ahora que regresa la primavera nos despierte del letargo, tras caminar tantas épocas y volvamos a encontrarnos.

El perfume del azahar que emanará la tierra retomará su tacto, unido en nuestras manos, para aligerar los cuerpos de sus prendas.

Ahora que los cabellos mutan de color y la piel ostenta las cicatrices de batallas que afrontamos, ganadas o perdidas, recordaremos nuestro jardín secreto.

Lo hallaremos en lo profundo, sembrado con las semillas de las risas y del llanto, abonado por noches de amor y amaneceres de ternura, por los anhelos soñados y las punzantes heridas. Allá donde brotaron los tiernos brotes y florecieron las esperanzas, regadas por tu sangre y la mía.

Allí te aguardaré si nos perdiéramos en el caótico laberinto de los tiempos. Te esperaré, aunque las estaciones se sucedan contra tu voluntad o la mía. Permaneceré con la sonrisa que aflora en mis labios cuando apareces. Aligerando mi alma de equipajes caducos que dejaron de ser para el hoy.

No te demores entre espejismos o cantos de sirenas, entre mentiras de charlatanes o promesas engañosas. Tú conoces su camino, oculto a los extraños. Sólo para nosotros.

Puede que ahora que vuelve la primavera se quiebre el gélido miedo y la dureza de las dudas, sacudamos las alas ateridas que refugiábamos en nuestro abrazo.

Si me aventuro a divisar el horizonte, no quiero que mi pulso tiemble hacia lo ignoto. Si lo porvenir es un latido compartido, si en tus pupilas sigue amaneciendo el celeste de mi cielo, nuestro jardín secreto nunca será un edén prohibido. 



 

 


Poema Bella rosa por InVERSO

 



Curramos como auténticos siervos

Para darnos esos parvos caprichos

Estamos con nuestra faena a diario

Así permitirnos algún humilde vicio

 

Alguna debilidad habrá que reputar

Indigno será cuando éstas no existan

Pero prefiero no pararme a recontar

Muchas de las que en uno habitan

 

Así es la vida que nos tocó disfrutar

La esencia de todas las pequeñas cosas

Ni poderosos ni reyes llegarán a valorar

El cándido obsequio de una bella rosa