Puñetera plata por Francisco Javier Silvar Vilariño (InVERSO)


Hay peroles en la vida

Que pueden llegar a cambiarte

Historias realmente sombrías

De la felicidad, hasta amargarte


Una de estas temidas historias

Es la muy puñetera plata

Que puede ocasionar heridas

Si no sabes cómo tratarla

 

Necesitamos la cantidad justa

Para malvivir con dignidad

Mucho caudal sobra y asusta

Lo digo con total sinceridad

 

Los que mucha moneda tienen

Pueden sentirse afortunados

Pero sólo es una suerte relativa

Si con salud y amistad no están premiados

 


 

 


El reflejo por Ana María Rivas-Ruiz

 

El camino estaba alfombrado por los millares de hojas que habían caído de las moreras en las lindes del parque. La lluvia las hacía brillar intensamente amarillas, verdes y pardas. El perfume que el aguacero hacía brotar de la tierra, aligeraba mis pensamientos que se prendían de las caprichosas formas de las hojas puntiagudas de los arces, siguiendo la ramificación palmeada de sus líneas, cual pitonisa que leyera predestinados destinos.

Contemplaba las ramitas y las plumas que el viento había arrebatado de los nidos y, recordaba, cuántas recogimos siendo niñas para jugar en nuestro paseo, convirtiéndolas en improvisados navíos que navegaban bajo los chorros de las fuentes. Aquellas plumas que atesoraba entre las hojas de mi diario para que, con mis palabras, se produjese el prodigio de un vuelo etéreo.

Algunas luces de la Navidad, de los balcones próximos, se reflejaban en los charcos. Un mundo al revés con sus desnudos árboles agigantados, sus intensas luces intermitentes y un plomizo cielo atardecido, aguardando para ser descubierto, no menos cierto que desde el que me asomaba. Todos somos charcos más o menos profundos donde creemos atisbar una completa realidad que no es más que una quimera.

El mundo parecía detenido en ese instante, en la secuencia de mis devaneos con el espejismo y tú, seguías flotando en mi mente.

Mis pies daban los pasos hacia la estación de metro encadenados a su obligación aprendida. El paraguas bailaba, sometido, a los soplos del aire y, un escalofrío me traía el azul de tus ojos con su profundidad desmedida.

¿Por qué mundo deambularás en este momento? No hay derecho ni revés. Ninguno es más innegable o más real que el otro.

Me dejaste sola sobre la planicie de la nada creyéndome fuerte para seguir sin ti y eché a caminar entre las dimensiones de la existencia, sin mirar atrás. No sabías que eras tú quien se convertiría en el reflejo perdido de un adiós, en un recuerdo que doliente, cruzaría el eterno infinito.

Ahí estás, siempre en mi mente.

Asomándote desde la frontera irreal de los paraísos que voy sembrando en los charcos de los renglones, en las páginas desde donde mi voz puede hablarte y puede viajar hasta ese otro lugar.

Ahora solo y siempre en mi mente.




Sala de espera. Iván de Cristóbal

Dos mujeres en apariencia sin nada en común se presentan ante nosotros en Sala de espera (Alrevés), de Iván de Cristóbal (Barcelona, 1972). Primera novela de este autor del que leemos que ya prepara la segunda. 

Dos, como digo, son las protagonistas de esta novela de lectura ágil y llena de matices. La espera en una sala, como apunta el título, las une en la distancia. Una joven, la otra madura, ambas aguardan a que una puerta se abra y lo que esperan les permita seguir adelante con sus vidas truncadas por una mala decisión. O dos. La manera de narrar esta historia, en contrapunto, nos empujará a querer saber más de sus personajes, de Mariona y de Lucía. Nos mantendrá en vilo porque los capítulos cortos y el devenir de sus dos protagonistas se nos antojará real, cercano, actual.

La doctora Mariona Valls creyó hacer lo correcto cuando esa madre embarazada llegó a Urgencias del hospital donde trabajaba. Lucía confió en una persona tan cercana que quizás el humo del fuego le impidió ver las llamas y ahora aguarda dejar su pasado atrás. Decisiones, amor, voluntad, dilemas éticos y resiliencia son solo algunos ingredientes de Sala de espera. La viveza de las escenas seguro que nos hará disfrutar de esta novela sin darnos cuenta, como si el tiempo fuera un líquido fluyendo ajenos a nosotros. Y aún ha querido De Cristóbal dejarnos con el punto final una reflexión, o dos, como las protagonistas de su novela. 

Doscientas veinte páginas donde también el cine tiene su pequeño homenaje con el hilo como elemento vertebrador. No esperemos más para abrir esta Sala de espera cargada de esperanza. 


Iván de Cristóbal Miras, economista, licenciado por la Universidad de Barcelona y la Copenhaguen Business School, dirige en la actualidad una agencia de publicidad que trabaja con marcas líderes de sectores como el deportivo, el tecnológico o el energético. Es también profesor de comunicación en la Universidad de la Salle desde hace diez años. Ha escrito artículos sobre estrategia de marca en diferentes medios de comunicación, así como varios guiones de cortometrajes de ficción, algunos premiados en diversos festivales independientes. 


Sala de espera. Iván de Cristóbal. Editorial Alrevés.

Entrevista a Marta Huelves, autora de El tercer lago

Este mes de noviembre se va, pero no sin compartir con vosotros esta entrevista que nos concedió, para La ardilla literaria, la escritora Marta Huelves Molina (Madrid, 1969). Huelves estudió Geografía e Historia en la UNED. Es escritora y divulgadora de Historia, y en todos sus proyectos conjuga la pasión por la literatura con el trabajo de investigación. Colabora con medios digitales y publica reseñas de libros en webs especializadas. Esperamos que os guste.


P.: Retoma en El tercer lago, por una parte, a los protagonistas de su anterior novela, La memoria del tejo. Y, por otra, la ubicación de la trama, que también es en Asturias. De hecho, leemos que siente admiración y curiosidad por la cultura asturiana. No es vano, en la portada de El tercer lago hay un elemento muy representativo del Principado. Háblenos de estos dos reencuentros, de esa admiración casi devoción, quizás. 

R.: En la portada de El tercer lago aparece un elemento muy representativo como es el puente de Cangas de Onís, al que todos conocen allí como «el Puentón», de manera intencionada y por dos razones. La primera porque representa a la localidad donde arrancan los hechos de esta novela policiaca y la segunda porque forma parte de la ambientación, que en mis novelas funciona como un personaje más. Esto cierto que siento predilección por la cultura asturiana y también la necesidad de divulgarla. Es una atención merecida, debido al desconocimiento a nivel nacional que tenemos sobre los asturianos. El folclore, la mitología y la historia asturiana son las grandes inexploradas. Creo que una novela de misterio o policiaca es un vehículo tan válido como cualquier otro para darlas a conocer.

P.: La pareja de investigadores en El tercer lago son el inspector Salvador Bedia y la agente Marina Roldán. Como en toda buena novela, el peso de los personajes, de sus pequeños dramas y su rol en la trama, es un factor decisivo para atrapar a los lectores. ¿Qué podemos adelantarles acerca de la agente de la Policía Nacional de Gijón tras su traslado desde Madrid?

R.: Tanto La memoria del tejo como El tercer lago son novelas policiacas en las que presento dos casos independientes, pero enlazados uno con otro a través de esta pareja de la Policía Nacional: Bedia y Roldán. Cuando me planteé el personaje de la agente Marina Roldán, lo hice con la convicción de mostrar a una mujer con un pasado y un futuro en el que pesase más el rol humano. Los hombres y mujeres que pertenecen a los diferentes Cuerpos de Seguridad del Estado son, ante todo, personas, con cargas familiares, dramas personales y preocupaciones como cualquiera de nosotros. Por eso presto especial atención a la vida privada de mis personajes. En El tercer lago, la agente Roldán se va adaptando poco a poco a Gijón y se reafirma como protagonista. Además de superar los traumas del pasado, en esta novela, el zarpazo le alcanza a nivel personal. Una circunstancia que la obligará a modificar el rumbo de su vida.  

P.: El título de esta novela hace referencia a un esquivo lago de Covadonga. Son más conocidos el Enol o el Ercina que el Bricial. En la novela, no solo descubrimos el porqué de este misterio, sino también cierta leyenda asociada a él, a su nombre. Aprovecho para que nos hable del componente de leyendas que ha incluido en El tercer lago.

R.: Como digo, la riqueza de la cultura asturiana es muy amplia e incluye, por supuesto, las leyendas. No olvidemos que las leyendas o los cuentos nacen de la tradición oral. Aparte de entretener, ofrecían un componente didáctico cuya misión era explicar, a una población carente de estudios y de acceso a la cultura, fenómenos de índole científica, como es el caso. La leyenda de los lagos de Covadonga es un intento de explicar la formación de los lagos de alta montaña que forman parte del Parque Nacional de los Picos de Europa

  Hace unos 40.000 tuvo lugar el último máximo glaciar que afectó a las montañas cantábricas. Por aquel entonces los tres macizos que conforman los Picos de Europa estaban ocupados por grandes casquetes de hielo. El hielo es un agente muy erosivo que al moverse arrastra materiales. En las zonas más blandas, la erosión forma una especie de cubetas que se llenan de agua, tanto de la lluvia como procedente del deshielo y forman un lago. En esta novela me he permitido la reinterpretación de esta antigua leyenda, cuyos primeros ejemplos podemos encontrar en el siglo XIX. Tanto el lago Enol como el Ercina son lagos permanentes, no así el Bricial cuya base es arcillosa y el agua se filtra. Por eso solo es posible verlo durante la época de deshielo o cuando se producen grandes lluvias. Es un lago fantasma. Este componente casi mágico es un ingrediente más en mis novelas, esta vez con la leyenda de la niña de los lagos de Covadonga.  

P.: Si en La memoria del tejo, un hilo conductor fue este árbol y, por extensión, los bosques asturianos, en El tercer lago también lo es desde una vertiente más abierta, la protección de la naturaleza y el medio ambiente. Concretamente, hallamos al movimiento preparacionista y de supervivencia en caso de catástrofe. Nos sonará quizá en países como EUA, pero en Europa, en España, también hay grupos muy preocupados, y concienciados, con cómo sobrevivir en caso de un apocalipsis, de un desastre para la población.

R.: El movimiento preppers o preparacionismo está formado por individuos que se preparan para sobrevivir a una catástrofe natural, un colapso en las comunicaciones o una epidemia, incluidas perturbaciones de orden social o político. Practican el autoabastecimiento. Aunque surgen en los años treinta del siglo XX, la mayor influencia la consiguen durante la Guerra Fría, con la amenaza de las bombas nucleares y atómicas. Para protegerse y sobrevivir construyen búnkeres o refugios y se agrupan en comunidades. 

  Este movimiento está directamente ligado a la naturaleza y sus seguidores se extienden por todo el planeta. Son por tanto conservacionistas, protectores del medio natural que, en la novela, los muestro como un homenaje a los moradores de los pueblos de alta montaña. Estas gentes se han aclimatado a unas condiciones climáticas hostiles y difíciles. Un ejemplo necesario de adaptación al medio ante la emergencia climática que estamos viviendo. La investigación que llevé a cabo sobre estos grupos de preppers se materializa en la novela en el personaje de Nelu Prado, un guía de montaña.

P.: No quiero dejar pasar la oportunidad de preguntarle por las interrelaciones de los personajes. A menudo es el morbo de la sección de sucesos de medios de comunicación, escritos o audiovisuales. Pero lo cierto es que las personas solemos mantener conflictos, más o menos resolubles, con gente de nuestro entorno. Coméntenos estos enconos, por ejemplo, entre Mónica y Emilio Noval, como parte de la trama.

R.: El conflicto siempre despierta la curiosidad humana. Forma parte de nosotros el querer saber qué pasa entre dos personas. En este caso, las relaciones padre e hija no son lo que parecen. El interés de querer seguir leyendo una novela policiaca, se basa, en cierta medida, en los conflictos entre personajes. En esta ocasión, la relación de Mónica con su padre va a sorprender a los que lean El tercer lago. Una cosa son las apariencias, Mónica es una adolescente rebelde de la que llega a sospechar la policía y otra la realidad. En este caso, su padre, Emilio Noval, un reputado empresario de la localidad de Villanueva, (muy cerca de Canga de Onís), aparece asesinado. Las relaciones familiares son muy importantes para el desarrollo de la trama.

P.: Para cerrar, le lanzo el reto de que nos hable de la parte histórica de su novela. No tanto del esfuerzo que a los autores les supone bucear en datos y seleccionarlos. En este caso, singularicémoslo con la figura de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa. En esta época en la que los privilegios de las clases sociales están en tela de juicio, hay que reconocer que hizo mucho y bueno por la conservación de la naturaleza y por Asturias. ¿No le parece?

R.: Como historiadora creo fundamental la contextualización del estudio de un periodo histórico antes de emitir juicios de valor. En el caso de Pedro Pidal, un caso singular, por cierto, su condición de marqués de Villaviciosa, en Asturias, jugó en beneficio de un proyecto muy importante como era la creación del Parque Nacional de Covadonga. Además de jurista, político, (accedió al Congreso y al Senado hasta la Guerra Civil), también era cazador y montañero profesional. Y fue precisamente esta última afición la que le llevó a aprovecharse de sus privilegios para conseguir la aprobación de una ley, con tres artículos. El primero regulaba la creación de espacios naturales, el segundo los definía y el tercero nombraba al ministro de Fomento para reglamentarlos. Aquella ley, de las primeras en el mundo, estuvo vigente hasta 1957. La primera ley de Parques Nacionales, aprobada el 8 de diciembre de 1916 consiguió que España fuera uno de los países pioneros en Europa en la apuesta por la protección de la naturaleza. Gracias a esta ley se declararon en 1918, los dos primeros parques nacionales españoles, el de la Montaña de Covadonga y el de Ordesa.


Marta Huelves. El tercer lago. Ediciones Maeva 


El enigma de los niños gaviota. A. P. Torrecilla

El protagonista de El enigma de los niños gaviota (Distrito 93), de A. P. Torrecilla, nos cuenta, a lo largo de las páginas, unos hechos acaecidos diez años atrás. Aún sigue impresionado. Y eso que no solo media entre aquella aventura y su presente, el tiempo; sino también, el espacio, la distancia. Porque Gonzalo Tristán, sentado frente a una vieja Olivetti, rememora desde la soleada ciudad de Cádiz una búsqueda muy particular en un pueblo pesquero de Galicia. 

Desde su exilio Gaditano, Tristán abre página con su llegada a aquel pueblo para resolver un misterio. Ante la desaparición de tres muchachos, en extrañas circunstancias, uno reaparece en el pueblo. Pero presenta un estado casi catatónico. La policía no logra hallar pistas y es ahí cuando Tristán hace valer su peculiar olfato para ir desenredando una madeja de silencios, secretos, leyendas ancestrales y traiciones. 

La novela mantiene un delicado pulso entre la acción y la descripción de esa costa norteña agreste, esas gentes herméticas y los antiguos vestigios de la cultura prerromana con el exilio, en el presente, del narrador. Así, entre Galicia y Cádiz, en ese contrapunto en el que median los diez años de aquellos hechos que le marcaron y el deseo de expulsar los fantasmas del pasado, la trama nos irá atrapando y deslizándonos hasta la resolución de no pocos misterios. 

El enigma de los niños gaviota. A. P. Torrecilla.  Distrito 93

Antonio Puente Torrecilla (1979) es un enamorado del mar (donde trabaja) y de los libros (donde navega). Crece en el Estrecho de Gibraltar acunado por las tempestades de levante, por la historia y los mitos que rodean un lugar tan peculiar. Como consecuencia ha sido: Autor de la novela Las Aguas del Tiempo (2009). Finalista del II Certamen de Relato Corto Conil ante las drogas 2008. Colaborador de la Editorial Cádiz Media S.L. en la Revista Plenilunio 2010. Tercer Premio de Narrativa Breve en el V Certamen Literario Internacional Aljarafesa 2010. Ganador del XXXVI Certamen Literario Nacional José María Franco Delgado en el año 2010. Finalista del X Certamen de narrativa corta Carmen Martín Gaite 2010 Accésit Marítimo. Segundo Premio en el V Certamen de Relato organizado por el Ayuntamiento de Cádiz y Diario de Cádiz 2011 en colaboración con Fernando Iwasaki. Finalista en el Certamen Literario Editorial Universo 2013.


El faro por Francisco Javier Silvar Vilariño (InVERSO)

 


Impresiona esta inmensidad

Su destello marca la referencia

Aguas salvajes en soledad

Acompañadas en apariencia

 

El gran faro las ilumina

Las dirige con su resplandor

Incandescencia necesaria

Mantiene su azulado color

 

Ahora el aguacero lo oculta

Este mar se siente traicionado

No bastará una pobre disculpa

Para este humilde desorientado

 

De repente surge de nuevo

Ansiada llama que vuelve a brotar

El océano ya sentencia sereno

Su feroz calma, vuelve a aflorar






Maya por Ana María Rivas-Ruiz

 


Qué libres son los sueños de los niños.

No distinguen obstáculos, fronteras, razas ni idiomas. Sólo se liberan, ligeros, sin el lastre de lo material para elevarse por encima de convencionalismos, sin calcular cuantías de lo imposible. Nacen inocentes de la misma fuente pura de la fantasía y se alimentan de una fe inquebrantable.

Así era uno de mis sueños, vehemente, cuando con cinco años en la pantalla de nuestro televisor me extasiaba con aquellas aventuras que dos niños llevaban a cabo, a lomos de un elefante, atravesando una India en blanco y negro.

Mi cita con el majestuoso Taj Mahal paseando en elefante, a la hora de merendar, era una certeza tan segura como respirar en la emoción que me embargaba.

La hermosa elefanta se llamaba Maya.

Yo me imaginaba subida sobre ella, vadeando sinuosos arroyos en los senderos de la selva, despejando el paso de la espesura con su descomunal y parsimonioso caminar, para transportarme hacia paisajes desconocidos, pero prodigiosamente hermosos.

Soñaba con ella, podía tocar su rugosa y dura piel, verme reflejada en sus dorados ojos e izarme sobre su lomo con aquella poderosa trompa. Sortearíamos increíbles aventuras que nos conducirían de nuevo a aquel níveo mausoleo, reluciente sobre un cielo de zafiro, entre praderas floridas de intensos colores.

Pero la “Mayà” es por definición la ilusión, el espejismo que nos embauca y nos mantiene hechizados sutilmente y, en ese embeleso, crucé una de las etapas de mi niñez.

Todavía me fascina la simplicidad de mi devoción por aquella fantasía y al rememorarla, su cálida candidez, me es deseable porque se enciende en mi interior el anhelo de su sencillez, la vibración de las historias que me conmueven.