Los días, sin mí, caerán como aguaceros rendidos a tus pies.
Pasarán enarbolados en grandiosas nubes de anaranjada arena,
traspasando los límites de las tardes hacia la bruna noche.
Se llenarán de ecos indescifrables y perfumes
que embaucarán tus sentidos,
señalando, en la rosa de los vientos, mi ausencia.
Los días sin mí recorrerán el planeta
para seguir alumbrándolo de vida nueva.
Transcurrirán en un mundo
que ansiará el ardiente hálito de un amor inmenso,
perseguirán los sueños de otros,
embelesados como los mirlos en sus cantos.
Tal vez, alguna huella del ayer
se cuele por la rendija del recuerdo
y alguien suspire mi nombre, cuyo rostro,
se difuminará como borrón de tinta añeja.
Los días, sin mí, todo cuanto fue perderá,
en manos de otros, su significado,
ajenos a su historia.
Borrarán la luz
que proyectaba mi sombra,
el tacto de mis manos,
el brillo de mis ojos y el tono de mi voz.
Rellenarán el vacío hueco con sabia nueva,
y se sucederán mareas,
lunas llenas y cosechas.
Tornará el cielo opaco algún eclipse
o cruzará el espacio algún cometa.
Los días, sin mí, seguirán hasta que
se cubran de verdín las letras pétreas,
donde alguien, tal vez, escriba un epitafio
y se extravíen, amalgamadas, mis cenizas
en quién sabe qué tierra.
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