Más contenido: entrevistas, reseñas, artículos, entre otros, en La ardilla literaria ( https://laardillaliteraria.com/)

Silencio por Ana María Rivas-Ruiz

 


Silencio.

Mi cuerpo está sumido en el silencio. Mientras se apagan las hogueras y sus rescoldos se confunden con el marengo de la niebla. La carencia de sonido se expande hacia una nada plena y confortadora. Toma el lugar de la vida que dejo atrás, que abandono, con el mayor de los placeres.

Nada.

No deseo nada, salvo preservar vivo tu recuerdo, caliente en la sangre de mis venas. Que tu latido inerte, fundido con el mío, quede sellado para siempre y forme el sentido exacto de la palabra eternidad, aunque me engañe el espejismo del desierto, ardiendo en el sol, de un mundo entero, perdido entre tinieblas.

Sola, hundiendo más el aguijón de la soledad, en la herida abierta que, como un volcán, parece adormecida, pero cuyo destino es la erupción violenta.

No envíes más tus golondrinas a tocar, con sus alas, la ventana amada, deja que permanezca entre la bruma, sin sentir, a espaldas de la primavera recién nacida y, que me quede solo con el céfiro de tu voz, por siempre y para siempre, ensimismada. Que no contemple mayor cielo que tu mirada azul, prendida entre su tierna luz, como un astro en la negrura.

Un limbo impuesto, un páramo yermo donde solté tu mano para que izaras el vuelo, lejos del infierno, de un cuerpo confinado. Amor eres libre y yo, condenada a evocarte y a extrañarte en la decrépita suma de los días.

Silencio.

El silencio cae como plomo sobre nuestro hogar, sobre las noches nubladas, sobre la luna roja oculta, sobre todo cuanto amamos y, que hoy, parece ceniza.

Nada. No deseo nada, salvo a ti.



 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario