El jardín secreto por Ana María Rivas-Ruiz

 


Al volver la vista atrás, descubro tus pasos y los míos traspasando los renglones que la vida ha escrito.

Puede que ahora que regresa la primavera nos despierte del letargo, tras caminar tantas épocas y volvamos a encontrarnos.

El perfume del azahar que emanará la tierra retomará su tacto, unido en nuestras manos, para aligerar los cuerpos de sus prendas.

Ahora que los cabellos mutan de color y la piel ostenta las cicatrices de batallas que afrontamos, ganadas o perdidas, recordaremos nuestro jardín secreto.

Lo hallaremos en lo profundo, sembrado con las semillas de las risas y del llanto, abonado por noches de amor y amaneceres de ternura, por los anhelos soñados y las punzantes heridas. Allá donde brotaron los tiernos brotes y florecieron las esperanzas, regadas por tu sangre y la mía.

Allí te aguardaré si nos perdiéramos en el caótico laberinto de los tiempos. Te esperaré, aunque las estaciones se sucedan contra tu voluntad o la mía. Permaneceré con la sonrisa que aflora en mis labios cuando apareces. Aligerando mi alma de equipajes caducos que dejaron de ser para el hoy.

No te demores entre espejismos o cantos de sirenas, entre mentiras de charlatanes o promesas engañosas. Tú conoces su camino, oculto a los extraños. Sólo para nosotros.

Puede que ahora que vuelve la primavera se quiebre el gélido miedo y la dureza de las dudas, sacudamos las alas ateridas que refugiábamos en nuestro abrazo.

Si me aventuro a divisar el horizonte, no quiero que mi pulso tiemble hacia lo ignoto. Si lo porvenir es un latido compartido, si en tus pupilas sigue amaneciendo el celeste de mi cielo, nuestro jardín secreto nunca será un edén prohibido. 



 

 


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