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Sólo nubes por Ana María Rivas-Ruiz


Descifro el contorno de las nubes errantes que discurren por el espacio nocturno de mi ventana.

Ahora, un dragón chino se difumina entre los vapores que exhala la tierra en un gemido ligero, deslizándose silencioso arrastrado por una leve brisa. Ahora, un Ave del Paraíso de dorada pluma que asciende porque no encontró consuelo para habitar en ningún Edén.

Como volutas etéreas surgen, emergiendo en mi desvelo, ocultándome las estrellas, con sus formas caprichosas, cuando más añoro su luz parpadeante, pulsos de un corazón interestelar.

Figuras en un teatro de luces y sombras, compañía para unos ojos cansados de realidad. Aligerando el peso de mi cuerpo mortal, dibujando fantasías livianas, fuente para mi sed de magia, adormidera para mis inquietudes, ardid para mis preguntas, juego de tahúr que seduce mis sentidos.

La noche pesa a plomo sobre una consciencia demasiado desvelada y sólo quisiera soltar mi lastre porque no entiendo la ausencia de respuestas. Flotar sin el daño, acariciar a mi amor en su sueño, proteger cuanto adolece de consuelo. Elevarme, como ellas, sin temores, en estado nebuloso, tornadiza, sin sombra alguna y derramar mi lluvia libre y fértil.

Mi mano se alza para acariciar el imposible tacto que imagino y queda inerte sobre la nada del espejismo, parece tan cercano el cielo y es tan engañosa esa certeza que apenas me convenzo.

Descifro el contorno de las nubes… Ahora, una pálida libélula bate sus alas. Ahora, un profundo valle descubre, efímera, la luna menguante. Mientras, la madrugada huye furtiva siendo testigo de esa belleza que se escapa de mis ojos hacia, quién sabe si los de otros.

Mi alma de niña, sigue el curso de sus formas que se elevan sin fronteras, mientras en mis labios brota una oración.




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