Yo quise ponerte un nombre que jamás nadie hubiese pronunciado. Que sus sílabas fueran música desvaneciéndose en el viento, expandiéndose como aroma indivisible de ti.
Yo
quise llamarte como jamás nadie te hubo nombrado, evanescente, como riela el
reflejo de la luz sobre los lagos. Como incógnito eco reverberando en el
silencio rumoroso de tu ausencia.
Yo
quise inventarte un nombre que germinase en mi corazón como semilla de promesa
eterna. Que enraizara en sus latidos para no concebirme sin el diapasón del
tuyo.
Busqué
entre las criaturas vivas, las tierras y los océanos, entre las constelaciones
y la más hermosa de las lunas. Hundí mis manos en los manantiales de las
palabras, que surcan la vida y en las que se embozan los sueños, persiguiendo
la quimera de su sonido.
No
me importaron los harapos de mi torpe lengua, ni mendigar de los sabios orientación
certera. Tampoco me acobardaron las inclemencias de los años en este finito
cuerpo, pues mi carga se aligera con el tacto de tu mano y, aunque mis pies se
hundan en la firmeza de mi propósito, tú caminas a mi lado.
Perdona
si quise abarcarte por completo con la ingenua pretensión de delimitar lo que
no concibe fronteras y aprender que uno, no es parte ni complemento de nadie y,
es extenso y misterioso incluso para sí mismo. Salvaje y primigenio a pesar de
cuantas cadenas deseen otorgarnos con dogmas y costumbres, con los plomos
abisales de las falacias y los yugos de impuestas necesidades.
Con
ese nombre recién nacido, en los labios, iré a tu encuentro, soñando en que su
melodía te conmueva y lo aceptes como tuyo y, así, en el vergel de sus grafías,
hallemos refugio seguro, solo para nosotros, desafiando al tiempo y al porvenir
esquivo, permaneciendo unidos en su secreto.
Muy interesante, sin duda; aunque habría que leer más...si eso se buscaba: ¡lo consiguieron!
ResponderEliminarCada colaborador, claro está, tiene su propia manera de expresión. Saludos.
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