Afuera
queda marzo, con sus húmedos bancos de niebla al amanecer, deshilachándose
hasta la orilla del mar y los naranjos urbanos exultantes del sensual azahar.
Las copas colmas de tersas flores albas exhalando su fragancia, dulce y cítrica,
embriagaron mi recorrido por las calles próximas. Son las mismas flores que, un
día, salpicaron mi ramo de novia, con su aroma de pureza y me acompañaron,
cuando te prometí amor eterno con un corazón rebosante de inocencia e ilusión.
Una
ligera brisa en la mañana hizo danzar las ramas salpicando las aceras,
bordándolas de pétalos blancos y, como una caricia, apaciguó los días grises
anunciando la primavera.
Sin
embargo, adentro, contemplamos desde la cristalera cómo acontece este jueves
perdido entre el arroyo de incertidumbres que arrastra nuestros días. Sentados
frente a una anodina pared, donde cuelga el cartel de Sala de Espera, aguardamos
tediosas horas en las dependencias de este edificio, en la planta donde rezuman
el dolor y la tristeza. Prisioneros fuera del tiempo, ahítos de una descarnada
lucidez que nos encadena a un veredicto y a una lucha descarnada contra la
cruenta enfermedad.
Sala
de Espera, artificial remanso que va minando la frágil paciencia, que abona el
miedo sembrándolo en nuestro corazón, acorralándolo de inciertas previsiones
que se escapan como humo consumido. Donde el futuro no se distingue ni imagina
en la sombra esquiva.
Sala
de Espera. El mundo está allá afuera floreciendo, insensible e ignorante; prolongándose
el invierno estanco, en nuestras almas, conteniendo nuestra esperanza entre una
y otra sala de espera. Somos dos en el proceloso mar de una multitud de sombras
que esperan su turno frente a una gélida pantalla, que nos ha transformado en
siglas y números; cada vez que emite su timbre, levantamos la mirada en esta
macabra danza de resignación.
A
veces, creo que despertaremos de este aciago sueño y volverán las jubilosas
golondrinas, en sus vuelos, a librarnos de estos cuerpos de piedra donde
estamos enclaustrados contra nuestra voluntad.
Afuera,
despiertan del invernal letargo todas las criaturas, mientras lo impregna todo
el perfume del azahar.
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