Además, quienes estéis en Valencia a principios de mayo, podréis acercaros al acto organizado en el local de La ardilla literaria para asistir a la firma de ejemplares que tendrá lugar el viernes de 10 mayo. Os dejo ya con esta entrevista aguardando, como siempre, vuestras sugerencias y comentarios.
P.: Con El mar y otros inconvenientes haces tu incursión en el mundo editorial. Has elegido el género del relato breve, aunque veo que estas historias tienen algo de poético, de fronterizo entre lo narrativo y lo lírico. Coméntanos acerca de este paso al frente, de esta botadura y soltar amarras.
R.: La verdad es que ya había publicado varios relatos en antologías, pero sí que es cierto que esta es mi primera publicación en solitario. Este conjunto de textos han sido el resultado de una escritura pausada, se trata, gastronómicamente hablando, de un producto slow food. Los he estado reescribiendo durante más de diez años, de una manera ya casi obsesiva y, te confieso, que una de las cosas que más me reconfortan respecto a este soltar amarras, que comentas, es que ya no los voy a seguir corrigiendo, por fin se quedan como están. Han alcanzado, para bien o para mal, su forma definitiva, que efectivamente orbita, según los casos y los temas, entre lo poético íntimo y lo irónico social…
P.: Llama la atención, al menos a mí, el título. Ese mascarón de proa. No tanto por el mar, sino por esos inconvenientes. Quizá ese yin, desde una perspectiva taoista, queda reflejado en la propia portada, en ese lado nocturno, reservado. ¿Es así?
R.: Sí, la metáfora del mar no es precisamente muy original, representa como de costumbre el fin, el viejo thánatos de siempre. Láquesis, La Parca de Goya en la portada, dispuesta a cortar, si le place, el hilo de cada uno de nosotros. Nuestras vidas son los ríos y todo lo que sigue…, no creo descubrir gran cosa con ello; de hecho, pienso que en el ámbito literario quien cree que es muy original es porque ha leído muy poco, ya está todo más que contado. Ahora bien, tal vez lo que nos quede sea buscar alguna perspectiva nueva respecto a las viejas y eternas preocupaciones. Me gusta la idea de plantear puntos de vista que se separen de lo habitual o complaciente. Que generen algún tipo de inquietud en el lector, que le supongan algún ligero inconveniente como motor de búsqueda, de duda o de al menos una sospecha.
P.: Entre los veintidós textos que conforman El mar y otros inconvenientes, leemos algunos a los que les has dado un título en latín, como Splendet Dum Frangitur o Principium Individuationis. También a otro lo titulas El sofista. Lo hilo aquí para preguntarte por la filosofía, dado que ejerces como docente de esa asignatura y, quizá, si hay una parte tuya que ha quedado en estos relatos.
R.: Los dos relatos a los que aludes tenían otros títulos en castellano, pero se los acabé cambiando hace no mucho tiempo. La verdad es que me gusta mucho cómo suenan. Ya sabes aquello de que el latín es la aritmética de la lengua…, pero es que si se pronuncian en voz alta suenan de maravilla…, creo. Hay otro relato, el que cierra el libro, que lleva también otro título en latín, es Tacet, la notación musical en la cual un instrumento debe permanecer en silencio, y de eso va el relato, del silencio. Desde el principio, tuve claro que ese relato debía cerrar el libro. Respecto a lo de la filosofía, pues ya sabes lo que se dice: lo que no es plagio es autobiografía. Solo te diré que muchos de los relatos de este libro (y El sofista no es una excepción) están basados en hechos absolutamente ficticios.
Fidel Tomás (izda.) y Ricardo Guadalupe (dcha.)
R.: Con esto sí que has abierto un buen debate; a ver, muchas editoriales consideran (léase: exigen) que un libro de relatos ha de mantener un hilo argumental, o, cuanto menos, un tema o motivo que aglutine o articule el armazón del libro. Yo tengo mis reservas en cuanto a esto. Obviamente, si hablamos de gustos…, pues para eso están los lectores… Pero a mí me parece que entonces, si en vez del título de cada relato pones: Capítulo I, Capítulo II, etc., pues tienes una novela claro.
»Quiero decir que para mí un libro de relatos puede tener otra variedad temática y creativa. De hecho, cuando leemos los libros de Julio Cortázar o de Sergi Pàmies o de Alice Munro o de tantos otros, la unidad temática brilla por su ausencia. Eso no quiere decir, claro, que el libro no pueda tener, y de hecho el mío creo que lo tiene, cierto aire de familia (no siempre bien avenida) y ciertos motivos e incluso personajes que aparecen, desaparecen y reaparecen en diversos momentos. Me gusta que los relatos se hagan guiños entre sí, no me importa que haya vasos comunicantes, pero hasta ahí llego en la exigencia de una unidad orgánica. Más bien pienso que un libro de relatos es como aquellas cajas que nos traían los Reyes Magos, las de los Juegos Reunidos Geyper, en las que cada juego va por libre y marca sus propias reglas, me gusta esta irreverente incongruencia.
P.: Curiosamente, casi al final de esta travesía en forma de entrevista, sujeto la amarra del prólogo, a cargo del también escritor Ricardo Guadalupe. Y lo hago porque afirma en él que siempre te “han parecido más estimulantes las preguntas que las respuestas.” Siendo así, te lanzaría el cabo: ahondando sobre esas preguntas que “dejamos” los escritores en los libros, y que al leerse cada vez menos, dicen, ya no nos hacemos; quedarán en un lejano mar, tal vez.
R.: Pues no sé si se lee menos, desde luego se escribe y publica mucho, según los datos del registro de ISBN en España, se vienen a publicar una media de 80.000 títulos cada año. El año pasado batimos nuestro récord y llegamos a los 100.000. Incluso reconociendo que algunos o muchos de ellos queden intactos en las estanterías, un mercado con este volumen no se sustentaría sin el consumo lector. Un español de cultura media ha leído, aunque no lo sepa, más libros que los que leyó Platón en toda su vida. Desde hace 30.000 años (semana arriba, semana abajo) los homo sapiens parece que tenemos la necesidad de contarnos historias los unos a los otros, de hacernos preguntas y, a veces, las menos, incluso hallar respuestas que nos acabamos creyendo o que nos sirven de alguna manera. No parece que esa necesidad vaya a acabar… de momento. Y sí, publicar un libro es semejante a lanzar un mensaje en una botella, pero a todos nos ha pasado algunas veces eso de que cae en tus manos el libro adecuado en el momento preciso, y eso es fantástico.
P.: Una de las presentaciones de El mar y otros inconvenientes la harás cerca del mar. Me refiero a que vendrás a Valencia, a compartir con tus lectores este retoño literario. No es casual, quizás el Mediterráneo, de alguna forma, inspiró alguno de estos relatos.
R.: Sí, el viernes 10 de mayo lo presentaremos en La Ardilla Literaria; de hecho, va a ser la primera presentación del libro, que está humeante del horno todavía, acaba de salir este mismo mes. Para mí, volver a Valencia es siempre volver a casa. Y, desde luego que sí, no solo es que Valencia y el Mediterráneo hayan inspirado estos relatos, es que casi todos ellos los escribí allí, y nacieron cargaditos de salitre y espuma y arena de mar, ese que siempre devuelve lo que cae en él. Es justo que allí vuelvan, ahora que se han independizado de mí y comienzan a navegar por su cuenta.
Fidel Tomás es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Su trayectoria docente se distribuye desde la educación secundaria hasta la universitaria, aunque dice que todavía no ha aprendido lo suficiente y amenaza con perseverar. Sus intereses se han centrado en el estudio de los vasos comunicantes que permean Filosofía y Literatura. Ha publicado diversos relatos en antologías y artículos en revistas especializadas, y ahora no ha tenido inconveniente en lanzarse sin salvavidas al turbulento mar de la creación literaria con El mar y otros inconvenientes.
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