Me gustaría que estuvieras aquí conmigo,
o yo allá contigo, o que estuviéramos juntos en cualquier lugar.
Mario Benedetti
Una
luna incompleta avanza hacia su siguiente fase selenita. Contemplo la noche y
respiro, y esa inhalación escuece como sal, en la herida de un corazón
incurable, allá en la sima profunda donde arde una angustia incombustible.
El
cielo encapotado ocultó el creciente resplandor, convirtiéndolo en difuso e
inacabado. Una maraña de velos grises de tul extiende sus sombras sobre el
anochecer, velando el insondable cosmos de celestes astros.
Respiro
y no quiero aceptar la soberanía de mis pulmones, ni los latidos de esa víscera
irracional que me mantiene con vida, porque tú ya no estás conmigo, y mi aire
ya no es el tuyo.
Mis
días son extraños, con sus volátiles horas, en los que sigo persiguiendo al
conejo blanco, cayendo por la madriguera del sinsentido, en la perpetua
incredulidad de seguir sin ti.
Respiro.
Me levanto y respiro, preguntando a la crueldad del tiempo por qué estabas apenas
hace un segundo y no estás ahora. ¿Cómo pasó todo lo que fuimos y, hoy, parecen
siglos de otras vidas?
La
luz blanca y gélida se debate en el oscuro eclipse de esta noche eterna, sin
horizonte, donde naufraga mi aplomo. Ese silencio atronador que no cobija, ni
calma, donde repito tu nombre, enviado hacia los confines inalcanzables, como
una nave errante en busca de una respuesta en el infinito.
Respiro
y odio su sonido de suspiro enclenque que me ha convertido en una sombra confusa,
entre los vestigios de este naufragio y una esperanza que cree.
Mas
respiro y sueño que solo estoy esperando tu regreso o mi partida, que como se
impuso, finalmente, la plena luna, la voluntad de este amor no será una batalla
perdida.
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