Pequeño Ser que hoy llegas a este mundo
entre la paja de un pesebre helado
y colmas, unigénito, de gozo
la esperanza perdida de un anciano,
la promesa pendiente de una madre
como una primavera antes de marzo;
Niño Dios de la fe nuestra, el mañana
que te aguarda es injusto y es amargo.
Pero así es Tu destino: una vida
que mitigue la oscuridad del paso,
una voz que proponga en todas partes
un amor infinito al ser humano.
“Yo soy la luz del mundo”. En las palabras
que tus labios dirán nos confortamos.
Todo está por llegar, pero esta Noche
de silencio y cristal, cuando arde el cuarzo
errante de Tu estrella, en las ventanas
se prolonga la sombra de los Magos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario