Escríbeme
una carta, le dije, larga y sosegada, hecha de pensamientos libres, sin
florituras ni formalidades. No te dejes nada por contar y, si algo se olvidó,
toma de nuevo una cuartilla y sigue… Sigue escribiendo hasta que se te cansen
las manos y los calambres te hagan maldecir mi nombre. Será la forma más veraz
de escuchártelo decir con sinceridad, sin buscar adornarlo con alguna inquietud
pasajera que te nazca de repente. Pero que es flor de un día- ¡qué digo! De
unas horas- y te sientas arrepentido o vuelvas a dudar.
Escríbeme, no importa la hora. Aunque la noche te haga desnudarte sin pudor y pienses que estás desvalido ante mí. Yo sabré que te habrán visitado las fases de la luna y tomaré reparo en tus demencias, si las hubiera, tildándolas de fantasías nocturnas. Pero deja que te asome el alma sin subterfugios ni maquillajes, sin pretensiones de conquista, sin falsas apariencias, ni leyes que te retengan y, yo sepa, que es la verdad más verdadera de tus verdades.
Escríbeme, aún sin esperanza de respuesta. Como si le hablaras a las montañas o a los valles, confiando en que su eco, logrará hallarme. Como si el ruido del agua fluyendo por las escarpadas gargantas, fuera la tuya reverberando cristalina sobre los guijarros que la modulan. Escuchando la sencillez y la humildad de tus emociones, sin filtros, que las presenten distorsionadas de irrealidad.
Escríbeme,
compulsivo, sin trazar con esfuerzo tu mejor letra. Deja que los trazos
cabalguen sobre invisibles renglones, huyendo del corsé de las formas
pretenciosas que intentan abarcarlos y contenerlos. Déjalos correr y saltar
sobre los precipicios de la impostura. Como niños que aprenden a expresarse
jugando, sin malicia ni doblez y que, si se hieren, lloran, se perdonan y retornan
a sus juegos sin rencores.
Escríbeme
y vuelve a escribirme, regresa cuantas veces quieras, preso y libre con la mano
en el corazón que, yo, sabré leerte entre líneas y descubriré cada pista
escondida. Excavando, como avaro pirata, el tesoro más preciado de su vida.
Seguiré tus pasos entre los desvíos y desvaríos que siembres de acertijos y,
que irremediablemente, me conducirán a ti.
Escríbeme,
yo te invoco en esta maldita y hermosa bendición. Para que ya no sepas respirar
si no es con el pulso de cada letra, de cada palabra, de cada frase y, volcado
sobre ellas, te sientas el más afortunado sobre la tierra.
Ámame,
tal como me escribes, sabiéndome soberana de mí misma, habitante de los
paisajes inhóspitos e inmensos de tus escritos.
Ante
el pelotón del olvido y la indiferencia, ante la pérdida de la valentía y del
tiempo y, antes de que sea demasiado tarde, yo le dije, escríbeme una carta.
Hermoso texto de prosa poética. Felicidades, Ana María Rivas-Ruiz
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