En su anterior novela, Lágrimas de polvo rojo (Maeva), por la que Suré nos concedió también una entrevista, la autora trazó un recorrido por la Valencia moderna, donde aún pueden visitarse lugares donde hace siglos se exponía a los ajusticiados como advertencia. En el caso de Huérfanos de sombra, Suré ambienta esta novela negra entre Cornualles, Inglaterra, Bilbao y, mayoritariamente, en Aldeanegra, un pequeño pueblo de Salamanca. Los protagonistas serán dos guardias civiles obligados a formar equipo y que deberán investigar la desaparición de un niño.
P.: Ha ambientado la mayor parte de la trama de esta novela en la provincia de Salamanca. Una ubicación que conoce bien, ya que es nacida allí. Aunque los escenarios que nos presenta se enmarcan en la Sierra de Francia. Háblenos de esos parajes ya que el paisaje y el paisanaje cobran especial relevancia en esta historia.
R.: Esta zona del sur de la provincia de Salamanca tiene un encanto propio, es casi como un personaje más de la novela que aporta el misterio necesario para envolver y decorar la historia. El caminante puede adentrarse en un frondoso bosque de castaños y helechos y toparse de repente con un riachuelo o un pequeño pueblo de apenas unas pocas casas de piedra, habitadas normalmente por gente ya mayor, que nunca ha sucumbido a los encantos de la ciudad. Antes de empezar a escribir buscas la “mirada” adecuada —con luces y sombras— desde la que enfocar la historia y tu ambientación tiene que ir en consonancia con ella. Este lugar me pareció propicio para ambientar la trama de la novela, porque le aportaba los claroscuros que buscaba.
P.: Casi en el centro de la trama se hallan dos protagonistas muy peculiares. Por una parte, Anselmo Picarzo, poco amigo de los ordenadores y las nuevas tecnologías. Por otro, Cristina Albino, también guardia civil, de una edad muy similar a la suya, como autora. ¿Qué le podemos contar a los lectores brevemente de esta pareja de investigadores? ¿Qué hay de María Suré en la sargento de la Benemérita?
R.: Esta pareja de guardias civiles se ven obligados por las circunstancias a trabajar juntos y, con caracteres tan distintos como los suyos, enseguida saltan las chispas. Picarzo es más comedido e introvertido a la hora de expresar sus sentimientos, pero Albino no tiene reparos en hacer un reproche o dedicar un mal gesto a su compañero cuando algo le molesta, que suele ser cada cosa que hace. Cristina no se calla ante nadie, es muy buena en su trabajo y lo sabe, pero es un personaje con mucho temperamento. En este último rasgo no nos parecemos, pero sí compartimos la motivación por hacer las cosas bien, porque ambas somos muy perfeccionistas. Tampoco me gustaría enfrentarme con ella en un reto para ver quién es más cabezota. La cosa estaría reñida.
R.: Desde la época feudal, en el medio rural, se ha ido arrastrando hasta nuestros días la impunidad de los terratenientes. Aún en ciertos lugares de la España profunda esto sigue siendo una realidad, aunque parezca un problema de otro siglo. El perdón y la culpa son otros dos aspectos que he querido explorar. Es común que un sentimiento de culpa, enterrado durante años, aflore cuando uno hace balance al final de sus días. Por alguna extraña razón, necesitamos irnos en paz, habiendo saldado nuestras cuentas. Pero sucede que a menudo es demasiado tarde. El perdón, que tiene la capacidad de sanar más al que lo concede que al que lo recibe, también es un sentimiento con el que he querido tratar porque, junto a la culpa, puede llegar a transformarse en obsesión.
P.: Un pasaje de la novela me ha recordado a una frase sobre la familia. Algo así como que no es más familia quien lleve tu sangre, sino quien esté dispuesto a derramarla por uno. Le invito a que nos la comente al hilo de lo importante de los lazos familiares y la maternidad palpitando en esta novela.
R.: Un lazo de sangre no necesariamente tiene por qué formar una familia, aunque, por tradición nos sintamos obligados a pensar que debe ser así. En ocasiones, la familia se encuentra en el lugar menos esperado porque es el corazón y no la sangre lo que la conforma. También hay personas que pueden llegar a cambiar la vida de otras por el simple hecho de existir. Es el caso de Marcos con su madre y su abuelo. De manera inesperada, el niño acaba siendo la razón de sus existencias.
P.: De algún modo, he creído ver una suerte de homenaje a las tradiciones, no sé si a lo rural, a lo telúrico. He denotado algunos guiños, por ejemplo a las abejas, a un pueblo muy concreto (el de la leyenda del caimán disecado) o a la vida sencilla de un buen puñado de personajes. También, creo, a la labor de la Guardia Civil, por ejemplo, al SECRIM, como sí leemos en los agradecimientos.
R.: He querido mostrar ese ambiente, desconocido para muchos, que se vive en el día a día de un pueblo pequeño, con sus pros y sus contras. Lugares en los que la vida suele transcurrir de forma tranquila, pero donde también ocurren cosas terribles. Vidas comunes y sencillas que seguramente pasarían desapercibidas, pero que, si analizas con detenimiento, descubres que tienen muchas cosas interesantes que contar. Y sobre todos los personajes está presente, con un papel principal, la naturaleza. He tratado de plasmar su importancia —que en el medio rural parece cobrar más sentido— a través de la mirada de un niño. El tema de las abejas me ha servido como hilo conductor para este medio y también para mostrar la relación tan bonita que une al abuelo con el niño.
Huérfanos de sombra. María Suré. Maeva ediciones.
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